Artículos relacionados con la problemática de los arroyos de Barranquilla, antecedentes históricos, origen, causas, efectos, soluciones planteadas y algunas normas para convivir con los arroyos.
* Helkin Alberto Núñez Cabarcas
Funcionario Archivo Histórico del Atlántico
Desde los inicios de esta urbe como asentamiento urbano, y una vez desarrollada su topografía en forma primitiva por estos caudales, se definieron las principales avenidas pluviales. Su acelerado desarrollo como puerto marítimo y fluvial la hacen más dinámica urbanísticamente, pero los grandes períodos de lluvias la obligaban a estar incomunicada sectorialmente. El problema se agudiza cuando el proceso de pavimentación de las calles se convierte en un desencadenante de la alta velocidad de sus corrientes hasta convertirse hoy en día en un fenómeno prácticamente incontrolable.
Muchos de estos arroyos peligrosos provenían de la parte alta del viejo camino de Soledad, los cuales bajaban en su curso natural hasta las inmediaciones de la parte baja de las Barrancas de San Nicolás, concretamente en la Plaza de la Tenería, en terrenos conocidos hoy con el nombre de La Loma, formados precisamente por el arrastre continuo durante años de arena, escombros y basuras, lo que originó la morfología irregular en como está distribuida la ciudad en su sector histórico. La ciudad con sus calles y carreras sin pavimentar no visionaba el peligro urbano de estas corrientes pluviales ya que las condiciones naturales de su suelo arenoso facilitaban en principio la alta capacidad de filtración de estas corrientes en épocas de lluvias intensas. Solo que las arenas sueltas de sus calles, razón por la cual se ganó el nombre de la Arenosa, complicaban su precaria movilidad de entonces debido a las grandes nubes de polvo que la brisa barranquillera levantaba en las calles y por los extensos arenales que hacían que aquellos primeros automóviles marca Reo de entonces quedaran atascados en cualquier parte.
Para 1920 la preocupación por controlar este tipo de procesos en las diferentes épocas llevó al Concejo Municipal, por intermedio de la Junta de Fomento, contratar una empresa extranjera para que hiciera los respectivos estudios referentes a los desagües, nivelación y pavimentación de sus principales avenidas. Es la firma R.W. Herbard y Co., establecida en Nueva York, la encargada de dar las primeras recomendaciones para el control de las aguas lluvias y pavimentación de vías, que además incorporó a dicho estudio la instalación de colectores de alcantarillado pluvial. Para la década de los 60 se establece un Plan Regulador que contemplaba la canalización de algunos arroyos. La firma Greeley and Hansen, de Chicago, ayuda a solucionar el sistema de acueducto y alcantarillado. Se canalizan los arroyos de Rebolo y Felicidad, bajo la coordinación del Ministerio de Obras Públicas, y le siguen varios arroyos más en forma gradual tales como La Paz, Bolívar, y el del Hospital. En fin, la pavimentación aceleró el caos urbano de la ciudad.
En 1983, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, concretamente los ingenieros Arzuza presentaron ante el Concejo Municipal un proyecto para los arroyos de la ciudad mediante el sistema llamado de “canales invertidos de concreto estructural prefabricado”, cuyo financiamiento valía 4.000 millones de pesos, los cuales, según el plan de recaudo, pagaría el barranquillero por contribución obligatoria del servicio de agua a una tasa porcentual del uno por mil.
Expertos japoneses visitan la ciudad en 1987 y entregan el proyecto más completo que se haya realizado al respecto, basado en un completo estudio de drenaje urbano; fue así como la Agencia de Cooperación Internacional de la Misión Japonesa, Jica, presentó dos planes a consideración del Municipio, incorporando al área metropolitana: un Plan Maestro de Transporte y un Estudio de Factibilidad para el Distrito de Barranquilla. Este comprendía la solución al problema del alcantarillado pluvial, al igual que unas recomendaciones para instalación de cunetas, canalización de vías (box culverts), mejoramiento en los puntos críticos entre calles (17, 45, 47, 84) y carreras (21, 38, 46, 51B, 54).
Los estudio de Fonade-Hidroestudios y Concep Ltda, en 1997, entregaban a la ciudad una propuesta de prevención futura que dejaba como resultados un problema de estructura urbana mal planificada y con un saneamiento de arroyos sin apoyo financiero. Hoy por hoy, en medio de sus sofisticados proyectos de inversión, de competitividad globalizada, de crecimiento urbano, etc., esta ciudad sigue enfrentada sin soluciones a serios problemas urbanos y humanos que desencadena el fenómeno de sus arroyos callejeros en épocas de lluvia, con casos como los del Don Juan, Rebolo, El Salao, Felicidad y otros que siguen arrastrando con sus fuertes caudales la gran masa de sedimento urbano que encuentra en sus grandes recorridos naturales.
El proceso natural de lluvias permanentes, la posición topográfica y geomorfológica de Curramba ante una realidad latente como no tener un alcantarillado pluvial, empujado al acelerado desarrollo urbanístico sin planificación, ponen de manifiesto que la magnitud de los daños futuros a su infraestructura física, redes de servicios, actividad comercial e industrial, accidentes y daños ambientales seguirán siendo vigentes ante los embates de la naturaleza…
Fuente: Latitud
Luz María Villegas
José Gregorio Rodríguez
Programa RED
Universidad Nacional de Colombia
La educación para la prevención se mueve en dos extremos que es necesario conciliar y explorar las posibles alternativas para su desarrollo: por un lado se encuentra la tendencia más generalizada, en la que predomina la respuesta, donde se indica, a manera de recetario, el comportamiento que se espera de cada individuo antes, durante y después que el evento se presente; de otro lado, están aquellos que consideran que en la medida en que se conceptualicen las causas y consecuencias de cada fenómeno, haciendo énfasis en las explicaciones de orden científico y técnico para cada uno de ellos, es suficiente para lograr un cambio de actitud en las personas. Ninguna de estas dos maneras de abordar el tema en forma aislada nos llevará a lograr una cultura de la prevención, por tanto, debemos intentar otros caminos que logren un cambio de actitud, un conocimiento de la problemática local y una relación armónica con la naturaleza.
Por: Humberto Ávila Rángel.
La simple canalización es una alternativa insuficiente y altamente costosa que no proyecta una solución óptima a futuro. La ciudadanía puede contribuir a mitigar el problema, construyendo más jardines. El reto presente y futuro de los arroyos, requiere mayor inversión en investigación y desarrollo.
Por: Diego Feria Gómez
El suceso del pasado viernes 31 de agosto del 2007, en el que varios peatones, conductores y pasajeros se vieron atrapados por corrientes rápidas que bajaban por las carreras 43, 44, 45 y 46, pone de manifiesto la necesidad de crear un sistema de alerta temprana que informe a la población con suficiente anticipación la presencia de una inundación súbita. De acuerdo con el relato de varios testigos, las personas quedaron atrapadas por los arroyos de manera repentina, no por actos de imprudencia.
Por: Moisés Pineda Salazar
La visión que se posea del territorio, determina la comprensión de los problemas que se originan o se desarrollan en su contexto físico. El siguiente caso me permite ilustrar la idea:
Por MOISÉS PINEDA SALAZAR
Propongo estas reflexiones a mis amigos lectores desde un ángulo distinto que permite una mirada alternativa sobre “Los Arroyos de Barranquilla”.
Por: Claudia Ayola El Heraldo
Cuando se comenzó a pavimentar Barranquilla no se tuvo en cuenta la construcción de un alcantarillado pluvial. Las condiciones topográficas de la ciudad, el rápido desarrollo urbano, el crecimiento no planificado, los hábitos, y la falta de inversión, han dejado sin margen a la magnitud de los frecuentes desastres por la fuerza de las aguas.
Por: Diego Marín Contreras
Estado del tiempo: lluvioso, evidentemente. Uno teme que, en cualquier momento, la ciudad salga flotando sobre las aguas del arroyo, como un arca de Noé con animales y todo. Pero, claro, sin Noé, que está ocupadísimo trabajando en El Todopoderoso 2, mientras Carrizal se desploma y el ama de casa se desloma. Cientos de viviendas, miles de personas afectadas, y el diluvio no cesa. Incesante dilema, para pensar visceralmente en él, como lo han pensado los estudiantes del Colegio Marco Fidel Suárez, quienes desde hace años vienen investigando los arroyos en Barranquilla, ¡qué ejemplo, qué lección de pensamiento urbano!
Tienen huevos (de codorniz, por supuesto) aquellos que con el ánimo de consolarse, distraer la atención o distorsionar la historia afirman que en Barranquilla no ha existido la planificación.
Es común, durante el mes de julio, estar detenida en una bocacalle esperando que baje un arroyo. Si la lluvia nos topa en pleno espacio público, ojalá nadie nos esté esperando, porque la paciencia debe ser nuestro mejor aliado para evitar cualquier desastre. A veces, faltando a la inteligencia vial, creemos que por experiencia conocemos el nivel de la escorrentía y podremos esquivarla cruzando el arroyo a una velocidad y con un zigzag debidamente probado. Pero los cálculos pueden fallar, y Dios nos guarde si esto sucede.
Penoso que en ésta, la ciudad de las oportunidades, en pleno siglo XXI, los desenfrenados arroyos arranquen bebés de brazos y hagan desaparecer a jóvenes y adultos de la faz de la tierra, depositándolos en los caños, donde de no existir Manolo, ‘el buscador submarino’, esos cuerpos jamás se encontrarían. Este grave problema de los arroyos no sólo es de Barranquilla, también lo es de Soledad y Malambo, ubicados todos en el delta del Río Magdalena, donde van a parar todas esas escorrentías, falda abajo hasta la desembocadura. Como es natural, y la naturaleza es sabia: el agua busca su salida.
Cada año, cuando llega el invierno, el arroyo arrasa con doscientas o más viviendas, y se declaran damnificados a quienes ya lo eran antes de que cayera el aguacero, o sino, ¿cómo se puede llamar al que corre inmerso en las aguas turbulentas detrás del colchón y los chécheres, cuando no del hijo más pequeño que se está ahogando? Cada año, cuando llega el invierno, hay niños que mueren bajo las aguas de la indiferencia. Cada año, cuando llega el invierno, los gobernantes de turno –no importan sus nombres, ¿quién ha dicho que la historia de una ciudad tiene algo que ver con los nombres de sus alcaldes?–, decretan una falacia lógica, un sofisma de distracción llamado ‘Emergencia Invernal’
Editorial: El Heraldo
Volver a decir lo mismo es, literalmente, llover inoficiosamente sobre mojado. Pero hay que decirlo, reiterarlo, gritarlo a los cuatro vientos, no conformarnos a que Barranquilla sea una pobre ciudad desguarnecida ante la furia de un invierno inusual. Tras un verano que se antojaba demasiado largo, ha llegado un invierno furibundo e impetuoso, que no parece tener deseos de calmarse.
Un particular método de evaluación, surgido en el campo de la administración de empresas, acaso para amortiguar las falencias humanas, no sé si por un magnánimo altruismo o porque, sencillamente, es necesario mantener a los clientes del mercado, es el llamado DOFA. Sigla ésta que reúne cuatro categorías en aras de garantizar, para tan delicado menester, un preciso equilibrio: Debilidades, Oportunidades, Fortalezas y Amenazas.
Por: Mauricio Herrera Piñeres, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Si bien es cierto que Barranquilla no es la única ciudad del país ni del mundo que presenta problemas de inundaciones durante la época invernal, – vale la pena recordar el reciente caso de inundación extrema en el norte de Bogota, cerca a la quebrada El Virrey – resulta alarmante, que año tras año se sigan presentando cuantiosas perdidas humanas y económicas con la llegada de los arroyos. Es imperativo que la ciudad cuente con un plan técnico, financiero y político cuyo objetivo final sea disminuir o eliminar el torrencial cauce de las corrientes barranquilleras.
Por: Alfredo de la Espriella
Aunque parezca exagerado, todos los habitantes de esta urbe “procera e inmortal” sabemos que los arroyos barranquilleros son “ceñidos de agua y madurados al sol” colosales, para alquilar balcones. Nuestros arroyos bajan con una fuerza hidráulica diabólica. Arrastrando cuanto encuentran a su paso, más lo que le arrojan, alegremente, las comadres del pueblo como si fuera el carro de la basura municipal.
Por: Alfredo de la Espriella
Los arroyos, siempre, como el carnaval, tienen su temporada y forman parte del folclor nativo. Y, como nuestras fiestas típicas y escandalosas, hacen de las suyas, con la misma bulla cada vez que llegan las lluvias — pequeños “ivanes” — que azotan sin cuartel, nuestra desprotegida ciudad, en tiempos pluviosos, como periódicamente se repiten desde julio hasta octubre. Espectáculo que, a muchos turistas fascina; pues, en sus tierras, no ven semejantes caudales paralizando calles, tráfico y asustando a la población con imponentes olas, como “amazonas” desbordados.