Por: Mauricio Herrera Piñeres, This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

Si bien es cierto que Barranquilla no es la única ciudad del país ni del mundo que presenta problemas de inundaciones durante la época invernal, – vale la pena recordar el reciente caso de inundación extrema en el norte de Bogota, cerca a la quebrada El Virrey – resulta alarmante, que año tras año se sigan presentando cuantiosas perdidas humanas y económicas con la llegada de los arroyos. Es imperativo que la ciudad cuente con un plan técnico, financiero y político cuyo objetivo final sea disminuir o eliminar el torrencial cauce de las corrientes barranquilleras.

Contrario a lo que se practica tradicionalmente en la ingeniería nacional, la capacidad de los sistemas de drenaje urbano no se limita a la evacuación rápida de la escorrentía por medio de canales y tuberías pluviales. Desde hace varias décadas, los países desarrollados se han valido de otras alternativas de diseño –incluyendo medios de infiltración y almacenamiento temporal del agua lluvia– que permiten aminorar el caudal de diseño y el riesgo de inundación, asociado a periodos extremos de precipitación. Sin embargo, la importación de estos conceptos al ámbito nacional, debe hacerse con precaución.

Las condiciones locales de nuestras ciudades típicas, no cuentan con los recursos de espacio físico y cultura ciudadana, que han permitido el éxito de estas medidas en alejadas latitudes. Dado que las instituciones académicas en dichos países han contribuido enormemente con el desarrollo de tecnologías y estudios relacionados con el drenaje urbano, bien vale la pena preguntarse, que papel han jugado o pueden jugar las universidades locales, en aras de encontrarle salidas al problema de los arroyos de Barranquilla? La implementación de una red de monitoreo (de aguas lluvias y escorrentía) que suministre información de entrada a modelos matemáticos puede ser algo para considerar por parte de las universidades y centros de investigación. Sin embargo, el planteamiento de soluciones imaginativas, soportadas con información técnica confiable, debe ser un proceso conjunto entre organizaciones académicas, gobierno local y central, la industria privada y la ciudadanía.

Todo aquel que duerma bajo un techo barranquillero –que escurra el agua lluvia hacia la calle– esta contribuyendo al problema y debe participar. Luces de esperanza, de ver una Barranquilla transitable durante un ‘cipote’ de aguacero, se vislumbran en el horizonte. Cuanto mas tendremos que esperar para cruzar las calles 84 o 76 entre muchas otras, sin temor a terminar como alimento de tiburones?. Ojalá que con los arroyos no nos siga pasando como con el cuento del gallo capón. Lloverá, escurrirá y veremos.

* Mauricio Herrera Piñeres es ingeniero Civil de la Universidad del Norte. Cuenta con un Magister en Ingenieria Civil de la Universidad de los Andes y actualmente se encuentra adelantando estudios doctorales en la Universidad de Guelph en Canadá. Su interés general se centra en el manejo eficiente y responsable de modelos hidrológicos e hidráulicos. Su investigación actual se enfoca en la toma de decisiones en el sector de drenaje urbano para la prevención de inundaciones y la protección del recurso hídrico.