Quiérase o no, el hombre es un ser más o menos indefenso ante las fuerzas de la naturaleza, muy pocos de cuyos grandes, devastadores golpes pueden prevenirse ni siquiera en casos como el de la Falla de San Andrés, en el estado de California, Estados Unidos, en donde se presume científicamente como inevitable el devastador terremoto que provocará el choque de las plataformas tectónicas. Tornados y huracanes con su secuela de inundaciones devastan periódicamente extensas regiones del mundo, como acaba de suceder en el Norte de Europa, pese a las previsiones de los meteorólogos de esos países desarrollados que estamos acostumbrados a considerar precavidos contra esos fenómenos

Sin embargo, no es a ese poderío anonadante de las fuerzas naturales en el planeta Tierra a lo que queremos referirnos en esta nota, sino, en un plano estrictamente local, a las condiciones por las cuales atraviesan en estos momentos algunos barrios de Barranquilla, algún corregimiento del área metropolitana y, en general, las poblaciones aledañas a los múltiple arroyos invernales que cruzan al Atlántico como una tela de araña.

La prensa ha publicado en estos días fotografías y relatos dramáticos de las inundaciones que han devastado las viviendas de humildes campesinos de esta región del país, gravemente amenazados por estas crecientes temporales, que este año parecen haber actuado con más fuerza que en años anteriores. En el barrio el Pueblito, situado al sur de Barranquilla, por ejemplo, la situación ha sido particularmente grave, como graves resultan las denuncias formuladas por dirigentes comunales del sector y aparentemente confirmadas por el departamento de planeación municipal en el sentido de que las inundaciones de este año se deben a la desviación del arroyo Santo Domingo, obra acometida, según esas denuncias, por el propietario de una hacienda que no tuvo en cuenta las consecuencias de ese trabajo. Oto tanto acontece con la canalización de la carrera octava a su paso bajo el puente de la autopista al aeropuerto, en donde los conductos de la canalización resultan incapaces de contener la corriente, siendo el resultado la anegación del barrio Las Malvinas.

Todo esto está indicando que el Atlántico, y en Barranquilla, las obras de ingeniería que se acometen no tienen mayor respaldo científico y parecen ignorar las verdaderas condiciones de las zonas donde se ubican y las características exactas del fenómeno que tratan de remediar, perjudicando a miles de personas. Luego, los funcionarios de la alcaldía y de las entidades comprometidas en esas obras se ven en calzas prietas para corregir los desaciertos y para sacar de donde no hay las partidas presupuestales para atender las emergencias. Mientras tant0, centenares de damnificados esperan algún tipo de reparación de los daños causados por esas impresiones y esa ayuda resulta lenta, si e que se les da.

….. riberas del rió magdalena y de sus brazos o caños, exigiría de estudios globales y detallados sobre la acción de las crecientes de esa gran arteria y el comportamiento de los arroyos que descienden de las serranías en época de lluvias, El conocimiento exacto de esa circunstancias no solo impediría la construcción de urbanizaciones en zonas no aptas, sino que evitaría las calamidades que hoy aquejan a esos ciudadanos y cesaría de agravar un problema de origen natural que va siendo más grave a hedida que pasa el tiempo, se abren vías o, simplemente, se producen nuevos asentamientos “subnormales”.

Ante la carencia de tales estudios, o su desconocimiento, se es que existen en algún archivo del Municipio o del Departamento, es preocupante que esas ideas o iniciativas aisladas se pongan en practica sin pensarlo demasiado, que es probablemente lo que está sucediendo en las oficinas del sector publico que tienen a su cargo esos asuntos.

Los problemas de esos asentamientos y en general los problemas de los barrios del sur de Barranquilla merecen la atención del gobierno y de los técnicos ingenieros de la ciudad, e incluso ser objeto de estudios e investigaciones de parte de las universidades locales, tradicionalmente ajenas a los problemas del desarrollo urbano de la capital del Atlántico. Tendían que ser tenidos en cuenta a la hora de poner en marcha los programas de erradicación de la Pobreza Absoluta, pues éstos no deberían limitarse a llevar cemento, asfalto, agua y servicios a esas comunidades, sino a conocer la totalidad de los problemas y a eliminar definitivamente sus causas.

Fuente: Diario del Caribe, Martes, 20 de Octubre de 1987